Hoy por la
mañana desperté soñando tu cuerpo junto al mío. Los dos en la cama. Desnudos.
Como el otro día, como hace unos días. Como aquellos días. Y no estabas pero
estabas. Estábamos mirándonos profundamente. Tan metido en tu sonrisa, que era
tan igual que la mía, que nos confundíamos las miradas. Yo tenía mi brazo
izquierdo por debajo de tu cuello y seguía hasta acariciarte la espalda; mi
mano derecha posada en tu cadera. La sonrisa intacta, hasta que nos da
carcajada, y dejamos de pensar en nosotros mismos sin más pudor. Disfrutar de
los cuerpos sin prejuicios. Algo que nunca ocurrió porque estaba soñándolo. Hasta
que un día te hiciste real. Y charlamos y pasamos tiempo juntos, y vivimos.
Hasta que me di cuenta que estaba loco de amor por ti. No puedo no soñar si
no es contigo. Todo me remite a tu figura, más que nada a tu rostro, aquí
recostado en esta cama de hospital enchufado a saber qué cosa para poder
respirar, mientras tú me aplicas quizá una de mis últimas inyecciones sin poder
moverme. Te deseo y te anhelo tanto cómo a mi muerte. El dolor del pecho no se
va y me está consumiendo los huesos. No puedo dejar de sufrir. Y la morfina no
hace efecto. Ya no sé qué prefiero, si amar o morir. O morir amando. O morir
amándote. O amar muriendo. Respirar el oxígeno que me mata y me cura a la vez.
Mañana cuando vengas te sorprenderé intentando decir te amo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¿Qué sentiste?