Quien
decide trabajar en educación tiene saber que se embarca en una lucha constante,
contra una infinidad de factores condicionantes, aunque no por ello
determinantes. La única determinación debería ser el estar dispuesto a enseñar y
aprender, comprender, experimentar, comunicar, y estar sensiblemente abierto a
la incertidumbre.
La
verdadera y sana educación no solo lucha contra la ignorancia, el
descreimiento, los prejuicios, la manipulación, las mentiras, las verdades, los
dogmas, la envidia, entre tantas otras cosas; la educación es el primer arma
contra todo este sistema que se nos impone, que nos intenta dominar, que
pretende ser omnipresente, y que da la sensación de no poder escapar de sus
dominios. Su poder está dado por aquello que creemos que es. La educación es en
sí misma una antítesis al sistema capitalista que nos propone que el tiempo es
dinero, que todo cambia su contenido por el valor monetario, que algunos y que
todo carezca de diversos sentidos, para instruirnos en su única mirada de este
mundo: esto de “somos lo que valemos” y no lo que espiritualmente
significamos, que toda relación es un negocio, y que lo único que importa es la
imagen que transmitimos, vaciando de toda otra posibilidad y de profundidad
ideológica lo que hacemos o expresamos, tratándonos cada vez más como idiotas,
o como neonatos involucionados, supeditando todo a la necesidad para poder
manipularnos, y todo tan simple como ocultar detrás de todo este modernismo, el
nuevo conductismo adoctrinante; haciendo de un modo perverso que nosotros
mismos queramos empaparnos de él, buscando libertad de expresión y delegando a
la vez nuestra elección en los demás, el facilismo y el conformismo, sin lugar
a dudas.
La
verdadera y sana educación no entiende de la mercantilización del tiempo,
porque no todos tenemos las mismas pasiones ni motivaciones, no aprendemos
mediante los mismos mecanismos, y no tiene en sí misma, o no debería tener,
otro interés que ser en sí misma un alimento nutritivo, lugar de buena siembra
y cosecha, espacio, motivo y puente para la autofecundación y polinización, con
quienes en este camino nos predispongamos a crear, a encontrar soluciones,
proponer los cambios que consideramos necesarios para vivir en plenitud.
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