lunes, 26 de mayo de 2014

EDUCACIÓN (Lado W)

Quien decide trabajar en educación tiene saber que se embarca en una lucha constante, contra una infinidad de factores condicionantes, aunque no por ello determinantes. La única determinación debería ser el estar dispuesto a enseñar y aprender, comprender, experimentar, comunicar, y estar sensiblemente abierto a la incertidumbre.
La verdadera y sana educación no solo lucha contra la ignorancia, el descreimiento, los prejuicios, la manipulación, las mentiras, las verdades, los dogmas, la envidia, entre tantas otras cosas; la educación es el primer arma contra todo este sistema que se nos impone, que nos intenta dominar, que pretende ser omnipresente, y que da la sensación de no poder escapar de sus dominios. Su poder está dado por aquello que creemos que es. La educación es en sí misma una antítesis al sistema capitalista que nos propone que el tiempo es dinero, que todo cambia su contenido por el valor monetario, que algunos y que todo carezca de diversos sentidos, para instruirnos en su única mirada de este mundo: esto de “somos lo que valemos” y no lo que espiritualmente significamos, que toda relación es un negocio, y que lo único que importa es la imagen que transmitimos, vaciando de toda otra posibilidad y de profundidad ideológica lo que hacemos o expresamos, tratándonos cada vez más como idiotas, o como neonatos involucionados, supeditando todo a la necesidad para poder manipularnos, y todo tan simple como ocultar detrás de todo este modernismo, el nuevo conductismo adoctrinante; haciendo de un modo perverso que nosotros mismos queramos empaparnos de él, buscando libertad de expresión y delegando a la vez nuestra elección en los demás, el facilismo y el conformismo, sin lugar a dudas.
La verdadera y sana educación no entiende de la mercantilización del tiempo, porque no todos tenemos las mismas pasiones ni motivaciones, no aprendemos mediante los mismos mecanismos, y no tiene en sí misma, o no debería tener, otro interés que ser en sí misma un alimento nutritivo, lugar de buena siembra y cosecha, espacio, motivo y puente para la autofecundación y polinización, con quienes en este camino nos predispongamos a crear, a encontrar soluciones, proponer los cambios que consideramos necesarios para vivir en plenitud.




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