El deseo, la pasión, tomar la iniciativa, focalizarnos pero teniendo un amplio
registro, ser autodidactas (aunque preferiría decir bici didactas), deben ser
el motor sanguíneo que nos movilice a través de nuestro camino. Se puede desear
y obrar tanto para que algo suceda que ocurrirá casi sin darnos cuenta casi
como lo deseamos, pues todo se puede y debe también mejorar. El trabajo
dedicado y sistemático, pensado y ejecutado con genuina intención de
proyectarnos a los demás, es la herramienta perfecta para progresar. Cargar con
intenciones adecuadas nuestro discurso, será siempre el detalle a pulir.
No
solo proyectamos imágenes, somos imágenes y sonidos, sensaciones, expresadas a
través de universos sensoriales en
espacios y tiempos que confluyen y se interconectan.
Ser
espontáneos, compartir un código, y dar absolutamente todo de sí, no son una
opción, son una obligación, porque así como la vida termina y empieza a la
vuelta de una esquina, así también se abre y se cierra el telón. Y sólo
recibiremos el aplauso cuando las luces se hayan apagado, donde ya no hay
opción para arrepentirnos, tan solo quien sabe, para comenzar de nuevo.
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